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lunes, 7 de septiembre de 2009
"POEMAS DE HARMONIE BOTELLA" PRESIDENTA DE IFLAC EN ESPAÑA Y GRAN POETA Y AMIGA DESDE ALICANTE¡¡ GRACIAS HARMONIE!!
JOSÉ CHAVES ALMAGRO.
En las trincheras teñidas de mares de sangre y de esperanzas vanas,
detrás de las barricadas de la osadía y del ensueño de un mundo mejor,
luchaba un hombre fuerte y leal, un guardián de la libertad.
Tenía treinta años, mujer e hijos, hijos y miseria.
De cárcel en cárcel pagó su tributo al despotismo,
de la huida por trigales atormentados al exilio hacia la nada,
hizo una afligida senda perenne sembrada de hambre y de sarna.
Cruzó mares y continentes creyendo hallar la savia nueva,
el renacer para esas bocas hambrientas que ya no sabían ni llorar.
Tenía treinta años, mujer e hijos, hijos y miseria.
Su voz era potente como el aúllo del viento sobre el mar enfurecido,
sus ojos verdes y azules como las ramas de los olivos en un cielo añil,
cantaban el anhelo de un futuro libre, de un futuro sin cadenas.
Tenía treinta años, mujer e hijos, hijos y miseria.
La luz desertó de sus fanales grises y el sonido de su voz
se apagó en el sollozo estremecido de la paz perdida.
Tuvo setenta años y ochenta, mujer, hijos y nietos
quienes no oyeron jamás el aúllo del viento sobre el mar enfurecido,
quienes se perdieron en las mentiras de una historia sin memoria.
CUANDO MURIÓ EL POETA...
La luz exangüe y mortecina se esfumó sobre la silente huerta,
cegaron los afligidos ojos de las amapolas enlutadas
y la luna bruna agonizó después de un desalentado suspiro.
La sangre obscurecida por el delirio y la sin razón de una guerra insana
hizo su lecho en el campo, en la ciudad, en los corazones.
Las miradas muertas de la ofuscación y del silencio tétrico
acallaron el bramido turbador de la tierra acuchillada y ultrajada,
tierra sin simiente, tierra sin labranza, tierra sin libertad, tierra de odio.
La tiranía y la opresión echaron raíces en las zanjas desiguales
de unos rostros apergaminados, de unas manos aprisionadas,
de un horizonte cercado por la ignominia y la contienda muda.
La tiranía secó los trigales, quemó los arrozales,
consumió la libertad, apagó la palabra de los poetas,
el canto de los soñadores, y la voz de un pueblo.
MUJER.
Mujer de no se sabe dónde, de no se sabe cuando,
ajusticiada por la manecilla indiferente de un reloj de escarcha
que no quiere marcar el tiempo y desconoce el sentido de la libertad.
Mujer de la pradera, del desierto o de la gran metrópoli
aniquilada por la pesadez arbitraria de la historia,
por las tradiciones enlutadas de una moral ancestral.
Mujer, hija de la guerra, madre de la paz,
fecundada por la tierra, el mar y el cielo
engendras las nuevas víctimas de un siglo sin concordia.
Mujer, huérfana de heredero,
viuda de padre,
hija del esposo difunto.
Mujer, madre, hija,
útero cadáver
de la guerra inútil.
MEMORIA
Lo memoria se hunde en el velo del día roto,
en la hoja caduca que fenece en el olvidadizo jardín,
en el insomnio frenético del arco iris quebrantado
en el anochecer inculto del triste danzarín.
El murmullo y la cantinela de una estación desatendida
se apagan en la noche de su sempiterno trajín
que no quiere agonizar en el fondo de una remembranza
o en oscuro, añejo y polvoriento cajetín.
El recuerdo de la gloria pasada, del pacto perdido
escuchando en las acequias el lloro de un violín,
dilata los sueños, la memoria, las palabras del olvido,
acariciando unas medias o unas enaguas de satín.
Sobre las alas de un cuervo tuerto, tránsfuga la ilusión
y sobre un pensamiento analógico, toma el vuelo el ínterin
que no recuerda nada de su vida, de sus hijos, ni de san Quintín.
No hay recuerdos buenos ni malos, solo por las dos partes: tensión
No hay memoria, se nos hace creer que nacimos ayer,
que no tenemos raíces... familia, que no existe el deber.
¿Y estos ejércitos de miradas sin ojos, de manos sin Chopín
porqué no gritan que son las sufridas sombras del festín?
La olla que no se destapa acaba explosionando con talante ruin
y reventando el pasado resguardado a la sombra de la ignorancia,
salpica las murallas mustias del extinguido extravío del fin
con una melaza glauca e infecunda de fusionada amnesia.
70 años después.
Con la mirada extraviada perpetúas
este fratricida aguacero
que acuchilla las amapolas sangrientas
de un deslucido marzo asesino.
En el malecón del pacto corrompido,
tu muñeca rota llora frente
a los buques del olvido,
a la promesa mugiente,
a la victoria anhelada,
del náufrago sofocado
en la marea gélida
de un puerto condenado.
70 años después evocas
la azabache mirada
de estas familias aterradas
que perdieron la última alborada.
70 años después reclamas
el fin de la amnesia,
el reconocimiento de la memoria
de estas almas olvidadas.
Harmonie Botella
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