Siento como si todo ya hubiera sido hecho,
ya hubiera sido dicho en el cambiante mundo,
por las reminiscencias que operan, al acecho,
las horas que mi ser se abisma, vagabundo.
Siento como si todo ya hubiera sido visto:
la fresca primavera, el verano y sus mieses,
el vacilante otoño y el invierno entrevisto
¡Estaciones del alma vividas otras veces!
Siento que se aposenta el declinante día,
cuándo los rosedales se amustien y se sequen,
y el frío nos penetre rompiendo la armonía,
se cuele muy adentro, sacuda y nos reseque.
Tratamos de aferrarnos, con garras escondidas,
a la casa terrena que cobija los sueños,
ansiosos procuramos asirnos a la vida,
tapar la senectud, recrear los ensueños.
También nos amañamos para negar el frío,
la voz amenazante de nuestro subconsciente,
callamos los temores, recordamos estíos,
escondemos la angustia por las voces ausentes.
Apretamos los dientes y cubrimos las grietas,
silenciado ya el río de los cauces vitales
-la roja flor carmín, encrespada y hoy quieta-
permitiendo que el gris en nosotros se instale.
¿Es que ya se han perdido nuestras fragantes rosas
por los viejos caminos de las penas antiguas?
No ¡Elevemos las ansias, con esfuerzo, grandiosas,
que el camino prosigue por la puertas contiguas!
® Irene Mercedes Aguirre , setiembre 2011
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