Se encuentra adormecido, sosegado, distante....
Con hacerme pequeña a veces he soñado
para atrapar la huella de la salada lágrima
que el tiempo evaporara por su cauce olvidado.
Fabulo que es posible despertar los tambores
adormecidos dentro del racional cerebro,
golpetear a las sienes, reclamarle verdades
de ese escondido fondo que intuyo y que celebro.
¡Quisiera que los mudos, riesgosos vericuetos
contasen sus misterios!¡Quisiera oír las verdades
de ese submundo lleno de majestad oculta,
de elevación y gozo, de fuerza y tempestades!
¡Quisiera ir al pasado, al fondo de los siglos
y seguir, y seguir, hasta el propio comienzo!
¡Percibir su mirada, verlo cómo se abre
y su luz ilumina esos mundos que pienso!
Para él, las referencias no serán, todavía;
no habrá ni tiempo dado ni espacios conocidos,
y hasta las dimensiones tenderán a angostarse
fundiéndose en un punto pequeño, detenido,
sin recuas de agonías ni esplendores fugaces,
sin hechos precedentes, tampoco subsequentes
¡Sólo el ojo mirando con diáfana pureza
en el constante AHORA, perpetuo, de la mente!
Crisálida en capullo, alborear de alas puras,
voz del alma en un canto, espíritu encendido
¡Aunque las mutaciones te sellaron el párpado
tu visión silenciosa del todo no se ha ido!
¡Porque te hallas presente en la voz del poeta,
como reminiscencia de las míticas horas!
¡Como señal grabada sobre nuestra conciencia,
por fantasmas huidizos, aherrojados ahora!
Aguirre, Irene Mercedes, de su libro Territorios del alma, Ediciones La Ciudad, Buenos Aires, 2000, pp. 42-43